Te saluda Natalita, y por ahí anda mi duende Augusto, que no se si lo oyes todo emocionado. Él es el más fiel compañero que existe, ¿y sabes qué? ¡A ti también te acompaña uno, aunque todavía no lo conozcas! Soy una niña eterna que ayuda a otros a recordar La Gran Ciencia del Balance, contando historias de nuestras aventuras por La Princesa. Junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias, pero de todo eso te cuento en las notas del programa. Mientras tanto, te dejo con una de las versiones de mi misma, que cuentan historias de colores, según quien decida contar la historia del día. Bitácora de aventuras, edición Princesas y Otras Historias Fantásticas: Hace unos días, una de mis hermanas de la vida comentaba su deseo de criar a mi sobrina lejos de las historias de las princesas de Disney. Al principio no lo entendí y hasta triste me puse, tengo una relación ultra especial con todos esos dibujitos, y siento que de muchas maneras me han ayudado a entender la vida y a los demás, pero igual es importante para mí aceptar la opinión de los demás, así que no aporté al tema. Como quiera se me quedó en la cabeza, después de todo, muchas veces mis ejemplos de situaciones de la vida los saco utilizando escenas de las películas, así que tarde o temprano se me iba a zafar frente a mi sobrina ese amor por las películas. Al releer el mensaje, entiendo su preocupación, y al buscar información también entendí que no es una decisión solo de ella, si no hasta un movimiento y todo de boicot a este tipo de historias, la principal razón: no necesitamos un príncipe que nos venga a salvar, y estoy 100% de acuerdo con esa premisa. Desde mi perspectiva, en la mayoría de las películas siempre lo percibí al revés, y me dio mucha gracia leer mas adelante que otra de mis hermanas de la vida lo percibió como yo también desde niña (así que, o no estoy tan loca na’, o estamos locas las dos). Cuando era niña, solía sentir un poco de pena de algunos de los “príncipes”, pues sentía que los ponían como unos bobos, y que siempre venían las protagonistas a arreglarlo todo. Como por ejemplo, tuvo que venir Belle a mostrarle la importancia de la biblioteca a la Bestia para que apreciara sus libros y se pusiera a leerlos (ella tenía que ir todos los días al pueblo a alquilarlos), también tuvo que enseñarle a “bajarle dos” a su actitud, y cogerse las cosas con calma, y al final, tuvo hasta que salvarle la vida, a él y a todos en el castillo, dándole amor, y de paso rompiendo los esquemas enamorándose de una criatura que en todos los demás solo inspiraba miedo y odio. Y cuando vi la versión en persona, me enamoré más de ella porque era inventora como su papá, y del personaje de la bruja también, porque al final, como siempre ha estado en mi corazón, sigo comprobando que este mundo es de las brujas que saben usar las plantas y están calladitas observando sin hacer revuelo hasta que llega el momento correcto. Jasmine “cogía” a todos los ricachones que venían a verla y los “ponía como chupa”, y no solo los rechazaba, si no que los dejaba a manos de su tigre para que no volvieran. Estaba enfocada en salir y ver la vida fuera del palacio (que ahora que soy mayor me recuerda mucho la vida del Buda), fuera de sus lujos y obligaciones. Y la presentan como una persona buena y dada, que comparte y casi pierde su mano por estar regalando comida (no entendía el concepto de dinero, así de ciega era la crianza en el palacio), y justo ahí conoce a Aladdin, su total opuesto, a quien al final de cuentas “puso ‘alante” y lo convirtió en príncipe, haciendo que su papá, el Gran Sultán (en mi opinión el personaje más débil y manipulable de la historia, y a quien presentan como un inmaduro insensible al pueblo jugando con sus juguetes toda la película), cambiara las leyes para que se pudiese casar con quien quisiese (al menos su amor a ella lo hizo pensar en algo más que sus juegos, y ni mencionar lo fácil que lo “cogía de pendejo” Jafar con el cetro). En “Brave”, los príncipes y reyes están peleando todo el tiempo, y es la reina quien siempre pone el punto final en la pelea, haciendo falta solo una mirada para conseguir que el rey deje de disfrutar la pelea y trate de terminar la pelea. Y no solo eso, al los intentos del rey fracasar, se levanta calmadamente de su silla y sin mediar palabra (tratándolos como niños indisciplinados) logra que no solo detengan la pelea, sino que le pidan perdón. Esta escena es el único momento en el que Mérida presta atención a la ceremonia y, aprendiendo de su madre, se burla de todos escogiendo el método por el cual deben pelear por su mano (sabiendo que no rechazarían una competencia, y que ninguno sería mejor que ella). Además de todo esto, ...