Hace ya unos cuantos años atrás, yo solía platicar mucho con mis abuelos, especialmente en los días lluviosos que no podía salir a jugar futbol que tanto me apasionaba, si recuerdo bien y la memoria no me traiciona, yo tenía alrededor de 14 años de edad en ese tiempo, como no recordar esa época dorada.

Una tarde mi abuelo se encontraba en la cochera de la casa, observando cómo caía la lluvia, siempre se recargaba en el lado izquierdo del portón que daba hacia la calle y mi abuela se sentaba a un lado de él en una silla vieja, todos los vecinos los conocian muy bien y todo el que pasaba por ahí, siempre los saludaba, de pronto, empezó a relampaguear y a tronar muy fuerte, parecía como si se estuviera cayendo el cielo

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Edgar Ecace
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El confesionario del diablo, una de las leyendas más aterradoras del
estado de Durango…
En las primeras décadas del siglo XVIII, el terror fue sembrado entre
los habitantes de la ciudad de Durango, cuando en su catedral, una de
las edificaciones religiosas más bellas del norte de México, ocurrió un
escalofriante suceso, pues fue visitada por una presencia no deseada,
conocida como el Diablo.
La leyenda comienza con un hombre llamado: Juan, había nacido en
cuna de oro y lo único que hizo de su vida, fue despilfarrar el dinero de
su familia en vicios como: mujeres, apuestas y alcohol; Sin embargo,
como era de esperarse, llegó el día en que se quedó en la ruina, y por
tratar de ganar dinero fácil, comenzó a realizar actos llenos de pecado,
incluso se narra que llegó hasta quitar la vida de personas.

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Edgar Ecace
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Corría el año de 1983 en la ciudad de Durango Dgo. Y en una antigua casa humilde vivía una mujer viuda acompañada de sus 5 hijos, eran tres varones y dos niñas pequeñas que vivían conforme el tiempo y la situación lo permitían , mientras la madre se dedicaba a las labores domésticas, tres de sus hijos salían a trabajar para la manutención y el sustento de la casa.

Pablo por ser el mayor de los 5 hijos su madre delegó sobre él, el papel del jerarca de la familia, puesto que lo que él mandaba se tenía que hacer tal cual lo mandaba, de lo contrario, hacía valer su autoridad a base de golpes, ya que al morir su padre, era un niño de 11 años y la carga era muy pesada para él, ya que no podía con la escuela y el trabajo, por lo cual se volvió frío y de corazón muy duro, puesto que hacía valer su autoridad aún contra su madre, el siguiente hijo de nombre Alejandro, se dedicaba a trabajar para colaborar con la economía de la familia y al cursar la secundaria decidió estudiar el oficio de la carpintería, ya que soñaba con que al crecer podría mantener de ahí a su mamá y sus hermanos, era un buen chico, de un gran corazón.

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Historia Original:

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Edicion:

Edgar Ecace

ELJEMAESMA

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Conocí a Jose en el año 1978, cuando ambos teníamos 23 años, desde que nos vimos por primera vez nos enamoramos, pasión que nos convirtió en Marido y Mujer 5 meses después. Todo marchaba bien, les juro que éramos felices, no entiendo qué pasó; con el paso de los años Jose empezó a comportarse distinto conmigo, lo sentía alejado, insensible, el amor que nos había unido parecía ya no arder en su pecho.

Una noche me pidió hablar seriamente tomándome por sorpresa, pues casi no platicábamos ya, comenzó pidiéndome perdón por el modo en que se había comportado en todo ese tiempo y que quería decirme el motivo por el cual lo hacía; sentí alivio, pensé que por fin todo eso que nos separaba acabaría y volveríamos a ser como antes, sin embargo cuando me lo dijo sentí que la tierra se abría a mis pies para tragarme en lo profundo del infierno. Me dijo que ya no me amaba, que estaba arrepentido de haberse casado conmigo, me aclaró que no conocía a ninguna otra mujer, simplemente ya no quería estar a mi lado; me pidió que no me preocupara porque me ayudaría con el sostenimiento de los niños, pero que él se marcharía de la casa.

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Esta historia me la contó una amiga recientemente.
Ella y su hermana rentaban una casa cerca del centro de la ciudad, pero por algunas circunstancias debieron mudarse, encontraron una casa a buen precio y bastante grande justo frente al cementerio municipal. Estaban un poco indecisas, pero el precio, espacio y cercanía al transporte público las terminaron convenciendo.
En este lugar, la mayoría de personas usan las casas o departamentos entre semana y regresan a sus lugares de origen, con su familia, los fines de semana.
Junto con ellas también comenzó a rentar la casa otra chica, así que se sintieron un poco más seguras.
Todo iba bien y, aunque no terminan de acostumbrarse, con el tiempo ya no les causó tanto miedo subir a la azotea y ver las tumbas en el panteón.

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Hubo una época cuando yo era niño, cuando tenía unos 10 años de edad, recuerdo qué una monja llamada Asunción de un orfanato cercano venía a visitarnos por las tardes. Se quería asegurar de que vivíamos bien y que mi madre era capaz de cuidarnos a mi y a mis hermanos. Un día estaba jugando afuera y sentía que algo me estaba mirando como cuando estas junto a una persona y sabes que esa persona está ahí, cómo sentir esa presencia de que estás acompañado, lógicamente no había nadie, solo estaba yo y mis juguetes.

De pronto vi que algo se movió entre unos arbustos y la vi … era la hermana Asunción con su mirada fija hacia mi, Le pregunté qué estaba haciendo y no respondía, mientras me acercaba sentía un calor y un olor extraño pero cada vez se veía menos hasta que me acerqué lo suficiente como para darme cuenta que no había nadie, me quedé paralizado, no le dije nada a mi madre.

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Alguna vez han sentido la presencia de la muerte o tal vez creer haberla visto parada por algún rincón de tu casa, eso me pasó precisamente a mi, la siguiente historia que les voy a contar es tan real como el aire que respiramos todos los días, no se si sea coincidencia o si yo haya sido elegido para cargar con este maleficio, pero esta es mi historia.
La primera vez que la vi, tenía 8 años, como olvidar ese dia tan oscuro de mi vida, fue el día que mi madre fue asesinada por un sujeto que asalto un supermercado, Yo estaba en casa, jugando afuera con mi hermano pequeño y la mujer de negro estaba de pie, en la calle, sólo mirándome, era encantadora, con su pelo largo y negro, sus ojos eran azules como el hielo, pero su mirada era tan triste, unos minutos después mi padre recibió la llamada de la policía para darle la mala noticia.

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Mi padre era un hombre duro. Decir que nos aterrorizó a mi madre y a mí es un eufemismo. No era un alcohólico, solo era un hombre enojado y odioso. Estaba en su sangre, en su naturaleza, apenas tomaba una pequeña infracción para que perdiera el control, gritando y arrojando cosas. Me golpeaba, golpeaba a mi madre, completamente perdido en su locura. Adoptaba una mirada en sus ojos —un estallido de fuego oscuro— cuando actuaba de esta manera. Llegué a conocer esa mirada demasiado bien, al igual que lo hizo mi madre. Nos decía que no éramos nada, nos menospreciaba, nos humillaba, nos hacía sentir como que en verdad éramos nada.
Cuando era niña, no estaba consciente de muchas cosas. Siempre recordaba tener miedo constantemente. Siempre que él llegaba del trabajo, hacía mi mejor esfuerzo para tornarme invisible hasta la hora de dormir. Cuando me las ingeniaba para estar fuera de su radar, él tendía a dirigir su ira hacia mi madre. Mi madre era una mujer bastante grande, algo que mi padre le recordaba constantemente. Cuando la cena no estaba hecha o cuando la casa no estaba lo suficientemente limpia para sus estándares, él la reprendía. Se refería a ella como una vaca gorda y floja, una buena para nada, una cerda trágicamente patética. La golpeaba haciendo sonidos de animales de granja. Fue terrible, pero era lo único que yo conocía.

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